19 de agosto de 2011

Apenas mi vida

 En el quirófano no hay sangre en polvo, ni sangre que llegue al río, y menos sangre en la arena. No hay tomates enlatados. No hay agujas en los huesos. Ni tigres que ladren a la luna, ni luna con un sombrero de fuego. Tampoco hay ventanas ni cielos rojos. Ni diarios amarillos que me cuenten otro cuento. El hombre del bisturí no tiene brazos, ni ojos. Y me habla con mi boca. El día menos pensado… me dice. Mientras con los pies me pinta glicinas en las rodillas. Este Arcimboldo sin frutas en la cara, me siembra un malvón en el ombligo. Como no sabe mi destino, me tira un dado en el vientre. Quizás me brote una risa cuando me corte por las marcas dibujadas en el pecho. Me saque el corazón. Me seque. Quizás me lleve adonde no estaré jamás. Ahí, donde un gato siamés tan bizco como el mío se me acomode en el cuello. Y los amorosos se me acurruquen en los costados del cuerpo. El hombre del bisturí juega detrás del malvón con mi cuerpo en su frente. Y decide que hoy es el día menos pensado. Desnudo de sí, se pone los ojos y  besa con mi boca. Se pone los brazos, se cambia la cabeza y sale por la puerta de emergencia.
En este quirófano no hay certezas. No te cosen las heridas. La sangre se queda en las venas.
Hay garras en los ojos y manos que saben de vientos, aunque el destino no deje propina.

4 de agosto de 2011

A uno que se está muriendo en la cárcel

Quizás no me recuerdes. Yo era la que tenía un esqueleto recién estrenado. Y un zumbido de amapolas en los ojos. Apenas veintidós, cuando la tarde se acostó en mis sombras. Cuando mis sueños gimieron ataúdes. Puedo mostrarte las peores imágenes. El pelo pegoteado de sudor y vómitos amarronados. La sangre coagulada sobre la desnudez de las vísceras. Las letrinas vacías porque el pis chorreaba por las piernas, para calentar las noches. ¿Ahora te acordás? Vos fuiste uno de los que escarbaste entre mis piernas. En ese mundo adentro de otro mundo. Un mundo de animales desbocados, de cómplices hombres cruces.
También puedo mostrarte una historia nueva, construida sobre tu despojo de lunas, con el llanto de dolores inéditos, con el horizonte en llamas. Aunque nadie nos pague el exceso de desdicha, la vida siempre será una oruga en la lengua un aleteo en los ojos un gato con las uñas siempre afuera una lágrima tibia encendiendo la piel un río desbarrancado y luego vuelto a su caudal. Una mariposa creciendo de una piedra. Siempre estaremos renaciendo.

Hace tanto tiempo y no estamos a destiempo. Mi memoria no hace tratos con el olvido, hombrecito poderoso, cucaracha genocida. Vengo con los pies descalzos, ojos de lince y garras de águila. Para abrirte los poros con mi lengua áspera de felino. Y verte sangrar piel de serpiente. Vengo con el corazón transpirado de penas. Con pólvora en la garganta. Y la memoria en el pecho. A decirte que sos apenas el leve chillido de una banda de cuervos. Una pulga, en un hervidero de insectos.
Te traigo un carcelero. Hasta que el silencio te pudra el pellejo. Hasta que la última polilla, se quede satisfecha con tus huesos.

15 de junio de 2011

Reencuentros

Desde el vaso con vino que nunca bebí, ascienden tonalidades verdosas y anaranjadas. Mi madre me cuenta que el tapir se comió las zanahorias de los conejos y al final terminó comiéndose a los conejos. No sé que me quiere decir mi madre, porque yo soy mis abuelas, una más que la otra. A una todo el tiempo le habitaban los colores y las notas musicales en los ojos, a pesar de haber escapado con hambre de su tierra. La otra había escapado de un hombre que le llevaba cincuenta años. Le huyó la mente y el cuerpo cuando se fue detrás de un tipo más joven. Olvidó llevarse a los dos hijos, que había tenido a los catorce. Fueron crueles mis abuelas fueron felices. Una vivió toda la vida para un hombre. La otra tuvo varios hombres en su vida. Como un toro bravío salía al ruedo. Jamás traicionó a su especie. Ni cuando el aire se tiñó de rojo, ni cuando la persiguieron como una amenaza acechante.

Mi padre me gambetea en pantuflas y hacemos un picadito en el potrero de la esquina, con Soriano debajo del brazo. Todas las mascotas sentaditas debajo de la pérgola, ovacionan cada jugada, mientras una lluvia de granates cae de una nube con forma de pompón. Y otra vez la soledad, otra vez ese recuerdo mal parido, esa amenaza donde caballos de marfil pelean su agonía. Pelear es lo único que sé, será la herencia del toro bravío. Es lo que me salvó cuando me hicieron navegar en un barco a la deriva y me llevaron lejos. La lucha siempre nos limpió, aunque en la última batalla dejamos la vida los dos. Quizás es hora de que los angelitos dibujados en el piso se mareen en calesitas de telgopor. Y que los elefantes naranjas remen desde las estrellas. La memoria me prohíbe desentenderme del mundo. Oscurecerme como letrinas desbordadas. O que una tenue brisa cloacal me permita jugar con ratas haciendo parapente.

Revuelvo las cenizas de cientos de cacerolas. Y despego las costras acumuladas. Despierto madrugadas protestando en disconformidad. Buscando. Nunca tuve que dar paz a mi conciencia. Quizás la música de mandolinas resquebraje mis esquemas. Se desintegren mis angustias como terrones de azúcar debajo de la lluvia. Fui aquella mujer feliz que bailaba un vals, con los flecos del huipil colgado entre los labios. Me cubrí con esponjas blancas. Lloré sobre el cuaderno con tapas de papel araña. Planeamos el amor eterno en nuestras cabezas de jade. Escupimos sapos hasta que los pulmones se nos azularon de espasmos. Y nunca disfrutamos de la abominable paz de la inercia. 
Quizás haga un pacto con las babas del diablo. Te cubra el rostro de besos. Y te sirva timbales de arroz sobre la espuma de las olas.
Quizás al fin las cadenas se transformen en alas. Nos destapen sábanas infinitas.  Y cuando los columpios se esfumen en la eternidad impenetrable, venceremos al espacio con barcos desarmados.

2 de junio de 2011

Un punto

Un punto. Una ciudad con alas de paja. Y paredes meadas. Sin cruz del sur. Con mariposas impostoras en cielos de escoria. Donde la piel y la pena tienen el mismo color. De ayeres esclavos. Y mandamases que se chupan hasta la sangre de los sueños. No saben que cuando el grito hormiguea en las vísceras, las cenizas se encienden  aún debajo de la lluvia.

Un punto. Una furia de abismos. Poder y barbarie. Huracanes. Playas inaccesibles. Un sol con brillo de hojalata. Y lava que camina por las venas, cuando se calcina el mes de junio. Las vacaciones humillan en una ciudad cadáver. Que duele en los poros. Que escupe niños negros en ataúdes blancos.

Un punto. Y gotea triste el pasado. Escarchado en la memoria. Y en la música incolora de mi silencio. Tu amor. Mi gigante eterno. Que agonizó en un beso, cuando devoraron mis dientes y marcaron mis uñas. Una horda de serpientes me prueba los trajes de la muerte. Y un aluvión de soles me convierte en pasajera solitaria. 

Un punto. Revolviéndose en el tiempo. Revolviéndome el tiempo. Por qué. Si la nube de pólvora ya borró mi destino. Si desempolvo proyectos y anulo alaridos. Como un león dibujado en la arena, que a cada rato deshacen las olas. Si tu recuerdo está tatuado en mis arrugas. Si se llenan los ojos de insectos.  

Un punto
Un puto punto
congelado en una foto
Haití

20 de mayo de 2011

Desleyenda

Los pescadores viejos cuentan del misterioso hombre que habita en la costanera. Ese que aparece los días de poco sol o cuando la luz se deshilacha en la penumbra. Cuentan que hace mucho mataron a toda su familia en el río, cuando pescando en un bote, quedaron en el medio de un tiroteo entre la policía y vaya a saber quien. Cuentan también que desde entonces camina perdido, acompañado sólo con su caña de pescar. Se sienta en el muelle y se queda quieto y callado, mirando el agua como si buscara algo. Si uno le habla, lo mira desde el fondo negro de las órbitas de sus ojos. Algunos dicen que tiene ojos de pescado. Y escamas amarillas sobre el cuerpo. Que no te mire, que no te mire, porque si te mira lo encontrarás en cualquier parte a donde vayas. Las cosas más extrañas te empezarán a pasar.
Y nunca más serás el mismo.

Cuando se apagaba el rito de la tarde llevé mi soledad a nuestro mar de entrañas marrones.  Entonces te vi, asustador de pescadores crédulos. Lobo de río que detuviste el tiempo. Y no pudiste evitar dar vuelta la marea. Las sombras dibujaban mi amnesia y tu perfil de porfiado recuerdo. Con la misma pena, me senté a tu lado. Miré el agua y tiré mis peces de amores tristes para que bailaran con los tuyos. Los pescadores gritaban y el viento traía sus sentencias. Nunca le hice caso a las sentencias ajenas. Y las mías venían conmigo. A vos te hicieron leyenda, inventada en fogones y pesca de pescados inmensos, y quizás de deseos de justicia. Leyenda que corre de bote en bote y de muelle en muelle en el oscuro Río de la Plata. No importaba tu mirada de muerte. Yo traía la mía y te miré fijamente. Había un espacio de cielos entre las ranuras de tus ojos.  Tus hijos y tu amor reflejados.  Te mostré los míos, en el fondo del río. Mis muertos eran distintos. No, no eran distintos mis muertos. En la muerte de todos había culpables. Entonces encontré tus manos de escamas amarillas,  perdidas en la orilla de ese grito desnudo. Río devolvenos los hijos, gritamos. Y de la boca salieron pájaros encantados. Quién nos puso silencio en el corazón, te pregunté.
Remamos por las lágrimas desde nuestras venas. El vértigo nos llevó a la deriva. Mordimos la tierra. Y luego, fumamos anillos de nubes escapadas del horizonte, copiado de mitos y leyendas. Nos prestamos los primeros auxilios que se dan a los ahogados, sin amor, con pausas acompasadas, sin urgencias.
El río tenía el agua descosida y caminamos descalzos por sus costuras. Pintamos de verde las aguas marrones. Y recordamos madres y abuelas, cuando el olor del oleaje nos empujó a descartar la revancha. El universo se encogió frente a nuestros  brazos cargados de mariposas dolidas. Nos abrazamos con los huesos entreabiertos. Vos te quedaste con mis poros. Y yo con tus escamas amarillas. Entre escombros y ruinas volvimos al mundo. A sonreír entre las grietas mordidas de la memoria. A cuerpear a los culpables. A honrar los recuerdos.

Los viejos pescadores cuentan del misterioso hombre que habitaba en la costanera.
Ese que aparecía los días de poco sol o cuando la luz se deshilachaba en la penumbra.
A veces les cuento que le hablé y lo miré. Me sonrieron sus ojos de pescado y me acariciaron sus escamas amarillas. Después que me miró fue conmigo a todas partes. Las cosas más extrañas me empezaron a pasar.
Y nunca más fui la misma.

15 de mayo de 2011

Mi guacamaya


Guacamaya

Salí a la calle con mi guacamaya sobre el hombro. Trataba de hacerle confortable la vida en esta ciudad tan lejos de su casa. La había recuperado de un cazador furtivo y se recuperaba de una pata malherida. Ella, para divertirme hacía piruetas en el aire y asustaba a las palomas en la calle.  Nacida en Ecuador traía las costumbres de los cañaris de otros tiempos. Pero por mi barrio no se conseguía ayahuasca ni chicha de yuca, así que la conformaba con un vasito de cinzano  mezclado con ron menta y azúcar. Aunque en algunos días de malaria le mezclaba vino tinto con canela y una pizca de alcohol en gel. Así descubrí que se volvía habladora. Dormitaba un  poco, repetía hasta el cansancio lo que yo le decía y luego lloraba por varios días. Yo suponía que extrañaba las montañas y a su gente. Poco a poco empezó a incorporar palabras en lunfardo. Y siempre cuando hablaba de su tierra se le piantaba un lagrimón.

Mi guacamaya desplegaba sus alas coloridas y volaba en vuelos rasantes por la casa. Tenía el pecho amarillo, que según algunos decían combinaba muy bien con sus alas azules. Un tío hincha de Boca la llevaba a la cancha y la hacía volar de frente. Cuando la contrataron de San Lorenzo, tuvo que aprender a volar de espalda, así desde la tribuna se veían sus colores rojos y azules. Otro tío hincha del Tula le enseño la marchita. Desde entonces canta mientra vuela. Le estoy sacando esa mala costumbre, porque a veces se posesiona tanto que pretende hacer la v con las uñas y se viene a pique. La empecé a querer el día que por un mal amor me quise suicidar. Me miró fijamente con un ojo a cada lado de su guacamaya cabeza, me pidió que volara todos mis pensamientos siniestros y que cantara el himno de San Lorenzo (nunca pudo olvidarse del gasómetro). Le hice caso y nunca más tuve pensamientos.

Mi guacamaya se hizo muy famosa. Los chicos para verla hacían cola en la puerta de mi casa. Y hasta de la AFIP la contrataron. Así que con el logo y el mensaje de “te estamos observando” sobre su pecho, recorría la ciudad en busca de posibles evasores. Se había tomado demasiado en serio su trabajo y cuando la policía detenía a los infractores, les quería leer sus derechos. La policía, que no sabe de derechos se opuso, pero los de la AFIP la dejaron. Querían hacerse propaganda de flexibles. Entonces mi guacamaya con su mejor pico, les informaba que ahora la AFIP les permitía cancelar su deuda en cuotas y además la primera se pagaba a partir del mes siguiente. Qué feliz se sentía. Y yo también. Mi guacamaya se estaba adaptando a nuestra forma de vivir.

Un día la encontré llorando frente al televisor. Con una pata se tapaba la cara y con la otra me señalaba la imagen de la boda del príncipe y la plebeya. No quería pensar que se había convertido en una Cholula. Ahora que ya hablaba bien le pedí que me contara, mientras le acariciaba las plumas de la cola. Y ahí entendí sus llamados estridentes cuando volaba entre los pájaros del parque. Estoy muy sola, necesito un guacamayo, suplicó. Le dije que tendría que viajar hasta Misiones o robar uno en el zoológico, salvo que se conformara con un loro. Esos que habitaban en el árbol de la esquina. El jefe de la bandada era un pícaro, robusto, casi tan grande como ella y siempre le chiflaba piropos bonitos cuando paseaba por la plaza., pero ella odiaba a los simples loros verdes y aún más a las insignificantes cotorritas.  Decía que jamás se rebajaría con un monocolor. Ella había sido una reina en los Andes y ahora era famosa en el Río de la Plata.

Los días pasaban y yo pensaba que en cualquier momento, partiría  a buscar a alguien de su especie. La quería mucho, pero ya me pesaba su soberbia. Entonces en tono imperativo le dije  que era mejor un loro común en mano que cien loros especiales volando lejos. No quería que se fuera a buscar un guacamayo a tierras desconocidas. N o quería verla caminar sin rumbo hacia la muerte. Así que en la primera salida hacia la plaza, la dejé en el árbol de los loros.
Está tan contenta mi guacamaya con su loro de un solo color. Una bandada de cotorras le hace la limpieza y le cuida a los hijos. Ya tiene como treinta y cinco. Muchos son de variados colores. Todos hablan y cantan como la madre. Es el árbol de la plaza que tiene más pájaros en la cabeza.

Mi vieja guacamaya a veces me viene a visitar. Y se toma tranquila una copita de cinzano con ron, menta y azúcar.

11 de mayo de 2011

Si me permitiera cancelar mi deuda

 
Agua azul Chiapas - México
si me permitiera cancelar mi deuda
volarían los pensamientos siniestros
y en los tajos viejos de mi piel
una danza alucinada de ayahuasca
traería el desenfado de todos los rituales
me dejaría alimentar por las dos guacamayas
y con las dos me casaría
como cuentan los cañaris de otros tiempos

que los pájaros me tumben la cabeza
y la miel de caña se confunda con mis venas

si me permitiera cancelar mi deuda
cerraría las puertas y los brazos
con una aguja en cada poro
olvidaría mi nombre y no andaría a contramano
la melancolía no me sorprendería en otros mundos
cuando vuelva a mi ciudad en cada sombra
el agua de los arrabales me secará los ojos
y nunca más se me piantará un lagrimón

pónganme un alma
borren mis memorias y mis vísperas

si me permitiera cancelar mi deuda
me invitaría a la boda del príncipe y la plebeya
habitaría las burbujas de castillos de trapo
donde nadan tranquilos los peces de colores
alejados de ríos manchados de hambre 
con las amnesias de todas  las sangres
me arrancaré las grietas de la espalda
y me descoseré de un tirón las ideas

tápenme con mucho maquillaje
para no verme caminar sin rumbo hacia la muerte

cuando me permita cancelar la deuda que tengo conmigo
se calmará el saltimbanqui que me anda por dentro
se irán los pasos que narraron mi destino
así podré asomarme al mundo de la nada
con tiempo extra para todos los hartazgos
sin más atrevimiento
que este indiferente
obsesivo
final de juego

y después                        no me crean
que es más difícil vivir como cádaver

7 de mayo de 2011

Buenas Noticias

Los colores del río le inundaron la cabeza y los peces se le ahogaron en los ojos. Lloró como nunca. Por fin había llegado el momento. Tiró las perlas y escondió la venganza en la tetera. Tomó entre sus manos una mandarina de loza violeta. Se cubrió el pelo con un manto de terciopelo amarillo. Entró  a verlo con la autoestima bien en alto. Esta vez no se arrodillaría a sus pies. Ni transpiraría sangre de color índigo. La vergüenza giraba como un remolino alrededor de su cabeza. Se desatornilló las humillaciones y las dejó sobre la mesa. Le selló los labios con almíbar hirviendo. Le quemó la lengua y le arrancó la piel. A él lo encontraron con llagas en los ojos. Y astillas de una mandarina de loza violeta, clavada en la entrepierna. Ella había encontrado su sonrisa perdida. Nunca más le desgarrarían las entrañas.

Afuera hacía hambre de amatistas azules. Y en los trompos de luz, los árboles atrapaban moscas ultravioletas.

22 de abril de 2011

Guerra

En el mundo
siguen saliendo brotes de mariposas
debajo de las piedras
siempre hay un latido adentro de una espina
otro día otras lunas otros tiempos
hombres y mujeres con brazos de pájaros
y voces de viento
dispuestos a otras guerras
despiertan a la ciudad dormida
navegan la vida


Una de las últimas fotos de Chris Hondros uno de los dos fotógrafos (daños colaterales) muertos en Libia en abril de 2011 

Marzo de 2011
La OTAN admite “daños colaterales” en Libia.
La OTAN dice que los “daños colaterales” serán reducidos al mínimo.

leo
y un rinoceronte me sale por los poros
cabalga furioso en el pecho
y patea los ojos sordos que se parten
con los civiles inocentes colaterales
con los pobres aplastados colaterales
con los sueños de los pisoteados colaterales
y se vomita en el petróleo en los aliados en los cómplices en los carniceros
y en las mentiras colaterales

leo
y recuerdo las manos de espanto
abriendo la tierra de zanjas oscuras
manos abrasando los cuerpos
desgarrados por los nazis
no hay razón
no hay locura
no hay razón en la locura

leo
y revuelvo mis pies de arroz
en los pantanos de Vietnam
huesos sin carne mojados con sangre
tapan la desnudez humillada
y secan las lagrimas que salen a gritos
de las caras de los niños impávidos colaterales
corriendo la historia por una carretera
delante de impúdicos soldados invasores

leo
y se ciegan los oídos
con el atropello de la bomba que cae en Gaza
el abuelo cubre con su cuerpo
a uno de los tres adolescentes palestinos
mientras los pedazos de carnecita trémula
quedan como mariposas ronroneantes
en la mirada interrogante del perro
que intenta levantarse unos metros más allá

leo
y las pirañas me deshilachan las entrañas
pisotean los claros paisajes del sur los deforman
como a los pies las caras las ilusiones de los niños de Malvinas
convertidos en hombres a la fuerza en héroes en muertos
otra vez brota  salvaje la primera sangre
argentinas las islas
regadas por ternuras ni siquiera adivinadas

leo
y los aliados bárbaros y los sátrapas internos
piden complicidad para el despojo
el horror se repite y se renueva
con los daños colaterales
en Angola  en el Golfo  en Bagdad
en Haití  en Turquía  en Corea
en la isla de Granada  en Panamá  en Irak
en el mundo

11 de abril de 2011

Sólo una caricia.doc

 
La ventana indiscreta - Luis Felipe Noé

Tenías la piel distraída y ausencia de sol en la mirada. Sin tan sólo hubieses llamado. No era retroceder en el tiempo, tomar un cuerno y gritar desde adentro. Era sólo una llamada. Pero eras un chico tecno y socializabas con los aurículares puestos, con los mails, con el Twitter y con el Facebook. Mensajes urgentes, continuos. Exceso de comunicación en una habitación cerrada.  Encerrado. En un océano de palabras, un desierto de expresiones. Miles de amigos se fueron acercando a tu vida publicada. Y te cubrieron de opiniones, de consejos, de informaciones. Útiles e inútiles. Cientos de palabras navegando de cabeza en cabeza, de cuerpo en cuerpo. Lejanos, sin olores, sin piel. Ni tibios, ni helados, ni calientes. Miles de cuerpos. Que no te podían tocar. Que no podías tocar. Tantas memorias y ningún recuerdo. Mientras en la habitación en penumbras, detrás de la máquina, se escondían tus ojos desmenuzados. Tus ojos sin muelles ni barcos. Perdidos en miles de identidades. Identidades interfaseadas, iluminadas, cambiando datos, fantasías. Miles de vidas en una. Una vida en miles. Criando soledades. Comiéndose el azul de la mañana. Jugando la noche con juegos solitarios. Matar y matar gente en la cabeza y volverla a revivir. Respirando y expirando en cada intento de pelear la realidad. De extra desolado a actor principal y sin cambiar de escenario.
Un día estrellaste las imágenes contra la pantalla. Apagaste la máquina y se te oscurecieron las pupilas. Te desarmaste. Miles de blogs se desesperaron. Miles de amigos reemplazaron los ja por los snif. Se mandaron condolencias y cartas y versos y emoticones y mariposas con las alas negras.

Pero nadie me pudo armar con la mirada. Nadie apoyó su cabeza en mi hombro. Ninguna brisa me suspiró los ojos. Ninguna lágrima me incendió la piel. Ni un susurro detrás de la oreja. Ni un beso en la boca.
Si tan sólo hubiese llamado.

5 de abril de 2011

Enojo


Manifestación - Antonio Berni
 Me enojan los ojos blancos de las bestias
y los ojos rojos del hambriento
mis ojos enojados que se enojan
con la risa descreída de algún necio
con la sangre aguada de sus venas
con las miradas  que parecen camalotes
que pasan después de la creciente
y no van a ningún lado
me enojo con los cuerpos siempre inertes
y sus ropas siempre santas
me enojo conmigo y con mi enojo
y a la ira le grito apasionada

 Enojo a los cielos inventados
para que no se enojen los cándidos creyentes
que irán al infierno enojados
por no poder cumplir los mandamientos
enojo al tino    al pudor   a la moralina
y a la calma gentil e inofensiva
ojalá pudiera enojar
a las bandadas de buitres 
que se comen la vida  ajena de un soplo  
 ausentes de memoria
no recuerdan cuando más de una vez nos enojamos
con gritos aguerridos
y piedras en los bolsillos
por si acaso

Cuando te enoje la mierda sombría del subsuelo
y el brillo de hojalata del arriba
la cacería de nubes en jirones
y el maltrato airado del violento
enojados enojaremos
a los peces de colores
 que solos se ahogan en el aire
y  los pájaros muertos
 volarán enojadas las cabezas
de los bichos transformados en humanos
las calles enojadas de barro
saldrán a caminar por los senderos
y las flores inocentes
serán carnívoras flores enojadas

Cuando se enojen las palabras presas en las gargantas
y la obediencia se enoje  con las formas
se enojarán los brazos abrazados al abismo
y los brazos baratos extranjeros
cuando el río enojado devuelva a nuestros hijos
y la rabia libere a los pueblos
olas de sangre inundarán las guaridas
de los pobres guardianes del infierno
a las garras del dragón enojaremos
del miedo se le caerán las uñas a pedazos
y enojados cambiaremos al enojo
y al infierno

23 de marzo de 2011

24 de Marzo


El grito - Oswaldo Guayasamin
me gusta la memoria que recuerda los recuerdos que me gustan
y la memoria que recuerda los recuerdos que no me gustan

manojo de sueños desangrados
palabras violentando los oídos
quejidos inhumanos
los rostros de los monstruos en mi piel
las bocas mudas que no se enteraron
los ojos cerrados que no vieron nada
la cruz bendiciéndonos las muertes
confirmando en la tierra el único infierno

y la pena
siempre la pena

canciones de cuna
para dormirnos
besos cálidos y abrazos apretados
el humor y la risa sobreviviendo
su cara sobre mi pecho
el reflejo de mis ojos en los suyos
el sol en la oscuridad
el encierro
y después
el sol en la cara
la libertad en la cara después del sol

me gusta la memoria que recuerda los recuerdos que me gustan
también la memoria que recuerda los recuerdos que no me gustan

es parte de la vida
de la memoria colectiva
compartida
recuerdos del mundo pretendido
presentes en la lucha de cada día

que dormiten pero atentos
la memoria olvidada repite los horrores
que no olvide la memoria los muertos sin justicia
que no olvide la memoria
que no olvide

20 de marzo de 2011

Vejez


Prólogo y epílogo - Felipe Noé
 
Me perdí en los juegos de mi infancia
cuando el destino todavía era una hoja en blanco
yo contaba historias
y mi gato pescaba a mi lado
yo inventaba juegos
y mi gato me enseñaba a volar
nos zambullíamos en el río
yo de cabeza y él de cola
no le gustaba mojarse los bigotes
el aire sorprendido nos secaba al pasar
las piruetas se llevaban por delante el paisaje
el viento tiritaba como una margarita debajo del granizo
nos esquivaban las nubes
y en la noche
temblaban las estrellas   
un día mi gato siguió a una sardina y se fue hacia el mar
naufragué en las mariposas negras de la adolescencia
reí la lluvia y lloré el viento
pisoteé las flores y caminé por la cornisa de mis sueños
me sofocó la fiebre de no saber que cambiar
les peleé a todas la jaurías
y cuando me hice jirones
otra vez quise volar
las nubes no me dejaron
hubo murmullos entre las estrellas
mis piruetas me llevaron a ninguna parte
los brazos que dejaba abajo esperando
no entendían
las alas llegaban y se iban
me arrebataban lo que quería
mi corazón encendido
abrasó el fuego en el aire
el viento asustado no me pudo apagar
me encontré en la adultez de mis propios ojos
cuando me sobresaltó el tiempo en el espejo
pero le devolví la estocada con imágenes
de deseos cumplidos
de palabras dichas
de miradas saliendo por mi mirada
del amor de verdad
escondí las ausencias que me sobraban
los diluvios que me cerraban los ojos
las marcas de mis desatinos
la sangre de mis muertos
las agujas clavadas en el pecho desde adentro
ahora miro desde mis propios ojos
casi no hay tempestades
tengo la piel tranquila
las alas que llegan nunca se van
y no me olvido de volar

5 de marzo de 2011

8 de marzo

El ocho de marzo es el día internacional de la mujer. Para muchas de nosotras no es un día de festejo sino un día de recuerdo y de lucha por tantos asesinatos de mujeres a lo largo de la historia. La mujer es maltratada, humillada, violada y asesinada. Pero también les sucede lo mismo a los negros, homosexuales, inmigrantes y a cualquier minoría pobre en cualquier parte del mundo.
Las sociedades son en general machistas y contra eso debemos luchar. Pero el enemigo no es el hombre. El enemigo son los poderosos  que  hambrean y matan a hombres, mujeres y niños. Y entre los poderosos hay hombres y mujeres.
Porque no creo que sea un día de festejo, el ocho de marzo recordemos y luchemos por nuestros derechos.

Me gustan
las reuniones de mujeres
los secretos la confianza y la complicidad de género
las mujeres que después de diez horas de trabajo
cuidan y acarician a sus hijos como si recién se levantaran
las recetas de mi madre
mis abuelas                                                                             
una me enseñó el valor de la vida peleada
la otra a reír mucho y seguido
mis amigas tan diferentes entre ellas tan idénticas a mí
las mujeres que me acompañaron en el camino
las que me ayudaron a levantarme
las que se rieron con mis locuras y se lloraron con mi dolor
las que se sintieron plenas con mi felicidad
las que hicieron la historia
las que borraron de la historia
las que quemaron en la hoguera
las que quemaron en la fábrica
las que les secuestraron y mataron los hijos
las que buscaron y buscan a sus nietos
las que les arrebataron los hijos para la guerra
las que tienen memoria que recuerda
las enteras
las rotas
las putas
las que no pueden decidir
las que deciden por sí mismas
las que deciden sobre su cuerpo
las que deciden sobre su sexualidad
las que desobedecen
las maltratadas
las que no se dejan maltratar
las traficadas
las que piensan en la igualdad de la diversidad

las mujeres peleando por sus derechos
las mujeres peleando por los derechos del hombre

No me gusta
que el ocho de marzo me digan
¡Feliz día de la mujer!
No todavía

21 de febrero de 2011

Espera

Instante decisivo - Felipe Noe
Entra a la oficina y cierra la puerta de un golpe. Su propio portazo lo asusta y mueve la cabeza hacia todos lados. Busca el perdón con la mirada. Nadie se da vuelta. Ninguna mirada lo increpa. Se acerca al mostrador y saca un número. Lo mira indolente. Va hacia el final del salón y se sienta en una silla, en la última fila que se apoya sobre la pared. Enfrente y colgado del techo, un televisor con fondo azul muestra un número en la pantalla. Se saca el sombrero y un mechón gris se le escurre por la frente. Apoya la cabeza en la pared. Mete la mano en el universo negro de la copa del sombrero y guarda el número. Siente que su grito se congela en el aire vacío. Sus dos manos se cierran ahorcando al sombrero y se abrazan entre ellas. Sus ojos vuelan de las orbitas y buscan en la incertidumbre de la espera. Tanta espera. Tantos hombres. Tantos siglos. Los números parpadean en el televisor con fondo azul. Él no. Busca un desperfecto en el engranaje de la vida. Un quiebre en el hormigón. Se corre a la silla de al lado por un presentimiento de tormenta. El olor del trueno lo marea. El olor del acero de los cascos le sacude el cuello. Mira el techo. El cielo prometido por milenios. Y el cielo tira agua. Agua coagulada sobre su rostro. Sobre los surcos de su rostro. Y en los surcos se colorea el agua con el fuego. Desciende por su entrepierna. Encuentra el sexo olvidado por la luna. Un pedazo de mundo con moho se confunde con su pelvis. El viento fresco del sur le hace zancadillas a sus piernas. Los números vacíos del televisor corren desorientados. El fondo azul se desliza por el piso. Le moja los pies. Las caricias pisoteadas esquivan al verdugo que espera entre el humo denso de la nada. Sus manos le duelen como el país humillado. Han crecido como los cómplices del privilegio. Las manos se desbrazan del sombrero. Ennegrecen sus mejillas. Y exploran las sombras de su cuerpo silenciado. Las sombras rompen el hielo y los gritos florecen el silencio. Las soledades se escapan del sombrero y vuelan multitudes. Pájaros verdes sobre cabezas rojas. Un abrazo aparta las tinieblas. Una mano se estira y le coloca al hombre los ojos en las órbitas. Las orbitas llenas se mezclan con las huellas abiertas del tiempo. Las bocas parpadean. Y se abren como rosas rojas. Los labios se pierden entre los labios. El tiempo enardecido sepulta al verdugo y a la indolencia. Alguien grita su número. El hombre se levanta de la silla. Tiene mariposas en la mirada. Gotas de rocío sobre el pelo. Y la memoria encontrada en miles de crisálidas. Ya no le interesa el trámite. Sale de la oficina. Y despacio cierra la puerta.     

12 de febrero de 2011

A veces soy vos


El brujo y su ayahuasca se perdieron en la selva. Los seguiste. No te diste  vuelta ni una sola vez. Poco te importaba lo que dejabas atrás. Si es que dejabas algo. No había tiempo para perder el tiempo, me habías dicho unos días antes. Necesitabas ver más allá, para poder estar acá. Y te fuiste. Con obsidianas en la piel e interrogantes en la mirada. De búsqueda en búsqueda. Desgarrado. Incierto. Seguro. Para limpiar sobre lo limpio. Para volverte a ensuciar.

Tan distintos nuestros caminos. Mi razón no deja lugar a creencias. Ya había encontrado lo que buscaba. O me habían encontrado. En este mundo de coincidencias. O de nombres. De nombres y apellidos. De odios y de amores. De luchas y de fracasos. Mi hermano se llamaba como mi padre y como mi bisabuela y como el amor de mi vida y como el apellido de mi mejor amigo. Y como este hombre que se iba detrás del brujo. Hacia otra luna, hacia otro tiempo. Trepando a una liana que lo llevará al cielo. O al infierno. En un viaje donde la posibilidad de extraviarse, no es un peligro.

Todo está en su lugar. El infierno en la tierra. Y el cielo también. Hay que mover las piezas. O reemplazarlas. O tirarlas. No quiero reconciliarme con nadie que no quiero. No creo, pienso. Estoy conforme con los dolores que me persiguieron. Soy feliz con los amores que me tocaron. Ya navegué otros mares. Ya fui otros cuerpos, otras sangres. No subiré a la liana.  Tengo el tiempo fuera de lugar. Y mucho para cambiar. Aquí, en la tierra. Quiero ver más. Igualdad. Diversidad.
      
Sin embargo, a veces soy vos. Esperaré tu mano llena de magia milenaria. El sabor de tu Natema, Caapi, Yajé  me traerá las raíces de nuestra tierra, la sabiduría de nuestros hermanos, la historia. Y cuando vos amigo, vuelvas  de la madre tierra roja, haré un ramo con flores silvestres y volaré con los pájaros encantados. Me hamacaré entre las ramas de los árboles y brindaré con chicha de yuca.
Por vos, por mí, por los distintos. 

Hombre y auto



Carclothing - Salvador Dalí
Al hombre de la esquina
se le derrumbaron las estrellas
desolado ante una flor marchita
detuvo al mundo con una regadera
el hombre regará una pena
o enfriará el motor exigido de su auto


29 de enero de 2011

Chica de pelo rojo


Con olor a calle - Hugo Grijalva
Llueven los brazos levantados en cruz
de la chica del pelo rojo
espera un colectivo que no viene
y se cubre la cabeza con las manos
como una espantavidas  en medio de la calle
el agua se le escurre por los dedos
un torrente le desborda las órbitas de los ojos
la lluvia le lava la piel desde adentro
un hilo rojo de tintura le cae desde el pelo
le mancha el cuello 
y un hilo rojo de dolor 
le perfora el corazón