2 de mayo de 2013


Arrepentimientos

Un aullido, un desmadre del cosmos. Cuando asfixian colibríes y descuartizan los bosques. Cuando el último viento se hunde en el abismo y las velas se apagan sin el soplo del aire.
Un aullido. Y el último río envenenado de aguas extintas atropella orillas, arrastra el llanto de las piedras. Y desboca los cuerpos. Sólo quedan intemperies, no hay luz ni sombras. Ni tiempo. 
El barro sella las grietas del suelo. Atraviesa las ramas sin cobijo. Levanta cadáveres y techos de casas marchitas. Salpica el vacío de insectos y de pájaros. Un racimo desorientado de caracoles, ciervos y jabalíes llueven sobre huesos fisurados.
No se escucha el bramido del relámpago, las nubes se han llamado a silencio en esta destrucción anunciada. El aguaviento viaja enfurecido. Con prisa entra en las ciudades que ya no tienen vigías. No hay máscaras. Ni oxígeno.
Como una enclenque pirámide de naipes caen hasta los edificios mejor construidos. Y las mineras, las petroleras, las inmobiliarias. No tienen donde esconderse. Los asesinos, los colaboradores, los desinteresados. Tampoco los inocentes.
Los árboles no pueden cuerpear al viento, ni calmar las aguas, ni limpiarnos la sangre.
Ya no están.
(Mención de honor Primer Congreso Literario Ecológico Internacional)