13 de enero de 2013

Con las piernas rotas

Abruma el día detenido. Desnuda, escondo la vergüenza en los rincones. Y una lágrima de morfina me duerme los sueños. Apenas veo mis pies con las uñas despintadas. No distingo las piernas, orquídeas negras decadentes que me amordazan a la cama. La soledad como un latido desborda la habitación. Cajones vacíos y la mañana que no llega.
Sin piernas camino por la oscuridad. Me tropiezo con alas de insectos gigantes. La torpeza me saca del camino, del juego. Y la desazón se mastica el después. No tengo adentro a la niña plantando luciérnagas. Ni al niño jugando a ser malabarista. Soy un cielo con nubes que se desgranan en migajas. Mísero alimento para la calandria que siempre me encuentra despierta. Envuelta en un raro candor me reprocha con mis palabras. Que no es el tiempo ni la hora, que el pasado que la lucha, que hay tantos que no quieren y tantos que no ven y tantos que no sueñan. Que la guerra y el hambre. Que esto no es nada, que el dolor se pasa y todo vuelve a ser igual. Decires de calandria vuelan rápido por la ventana abierta de mi encierro.
Si se apagan las flores. ¿Por dónde se comienza, de dónde hay que partir nuevamente?
Ya no arranco aguijones de las vísceras, ni desato los látigos de fuego. No suelto las redes. Ni me acuna tu recuerdo trepado en la nuca. 
Ya soy mi propia amnesia. Es tarde. Será qué es hora de caer rendida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario