31 de octubre de 2010

Siracusa



Ahí, donde la parte alta del talón se entromete con las aguas azul verdosas del Mediterráneo.
De un lado, los graznidos de las gaviotas se mezclan con el ruido de las olas. Del otro, las colinas y los valles. Allí están los viñedos que se convertirán con el tiempo en los mejores compañeros de la buena mesa.
Regocijan sus casas. Algunas de estilo barroco, otras simples de campo. Casi todas blancas serpentean entre callecitas que acompañan a la montaña. Entre ellas, a cada paso hay restos de algún edificio que sobrevivió más de mil años a sus constructores. Sin nostalgia evocan la distancia en el tiempo. Los habitantes hablan, ríen y lloran con el cuerpo, mientras se saludan a cada paso.
Según la ubicación, el mar se siente de frente, furtivamente de costado o se presiente de espaldas. Siempre se saborea en cada gota que trae el viento.
En el sector más antiguo de la ciudad, un destruido teatro romano y más allá, la mejor y mayor escultura, modelada sobre la piedra, aprovechando la pendiente de la colina. El Gran Teatro Griego, de casi dos mil ochocientos años. Un gran nido, de forma semi-circular, con 67 filas de asientos.
Esta maravilla geométrica enamoró a Arquímedes, casualmente nacido en el lugar. Ese que defendió a la ciudad con sus máquinas-inventos de los ataques de los romanos.
Ya no está la terraza en la zona dedicada a los espectadores, que los protegía en los días de lluvia.
Hoy está a cielo abierto.
Ese cielo que escuchó las leyendas épicas, las obras de Sófocles, Esquilo, Píndaro, que se leían y actuaban en latín.
Ese que consoló a un Ulises que no era irlandés, cuando retenido en la zona, se lamentaba con la maga Circe, que no era la hija de un argentino.
Ese que vio a Lampedusa cuando elucubraba cambiar algo, para que nada cambiara.
Ese que le sopló a Pirandello las tragedias y esperanzas de los que, escapando de las hambrunas de la primera y segunda guerra mundial, se iban para América.
Ese, que rugió tantas veces cuando el Etna se enojaba, allá en la cercana y bella Taormina.
En la costa oriental de la isla más grande.
En la ciudad griega más bella.
Donde estar en un lugar es estar en varios a la vez.
Ahí en Siracusa Sicilia Italia.
La de mis tus antepasados biológicos culturales: corintios, griegos, bizantinos, romanos, normandos, árabes, españoles, franceses, germanos. 
Ahí, donde la parte alta del talón, se encariña con las aguas azul-verdosas del Mediterráneo.

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