3 de noviembre de 2010

Sobre las palabras

Pintura: "Diálogo" de Raquel Forner

La gente se había quedado muda. En ausencia de voces, los sonidos se escuchaban aumentados. Las personas perdían el equilibrio en el intento de hablar. Se chocaban. No pedían permiso ni perdón. Tironeaban al de adelante o al del costado, intentando preguntar. Muchos creían que les iban a pegar o a robar y entonces se defendían a los golpes. Las caras eran rictus de desesperación y una confusión de emociones. Ni el dolor ni la alegría se podían poner en palabras. Las risas eran muecas desagradables.
A los chicos,  no les preocupó. Empezaron a emitir sonidos guturales, que se fueron transformando en chillidos. Los adultos también contestaron con chillidos.
La ciudad se convirtió en una danza de primates.  Pronto se dieron cuenta que tampoco podían escribir.
Las palabras habían decidido hacer una huelga general por tiempo indeterminado. Los pacifistas, pensaron que era por el maltrato. Los ecologistas, que estaban contaminadas. Los eruditos, que no soportaban más el habla coloquial. Los progresistas que estaban en su derecho, aunque no estaban de acuerdo con los métodos. El gobierno y la oposición que había que reprimirlas. Los más furiosos eran los medios de comunicación, que no podían confundir. Los brutos, no pensaban nada.
Las palabras, muy molestas y cansadas, estaban en asamblea. Las de Villa Crespo en Scalabrini y Corrientes, las de Almagro en Corrientes y Medrano, y así en todos los barrios. También había asambleas  en las canchas de fútbol, en los teatros, en las escuelas, en los talleres de arte, en los museos, en las plazas. Las deliberaciones fueron largas. Cada grupo de palabras, quería imponer las suyas. Se pelearon con pasión. En un momento se descontrolaron y se tiraron las letras por la cabeza. Desarmadas, se fueron juntando de nuevo. Todas eran militantes del habla y la escritura. Se dieron cuenta que para poder entenderse, las que venían de las canchas debían parar con las groserías, las de universidades y centros académicos dejar de hacerse las difíciles, las cercanas al poder olvidarse de las mentiras y el resto también debía intervenir, opinar y comprometerse. En la Asamblea General las palabras decidieron devolverse a los hombres, pero iban a imponer sus condiciones. Volaron sobre la ciudad. Confundiendo a los pájaros, cantaron marchas de triunfo. Acallaron los gritos. Y se plantaron ante los hombres. Hablaron con la razón y fueron pausadas y elegantes. Luego, con el corazón y fueron intensas y acariciadoras. Fijaron sus posiciones, desde las entrañas. Y fueron duras, irónicas, amenazadoras y convincentes.
Igual las personas se siguen quedando sin palabras.

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